- Disculpe señor, ¿Puede frenar la calesita?
- Cómo nena, ¿Te querés bajar?
- Eso creo, estoy dando vueltas hace rato ya, y no consigo sacar la sortija.
- Ah! La codiciada sortija...Dejame que te digo algo: ese objeto del deseo que tanto anhelas (y no solo tu, no creas), ¿Cuán feliz te puede hacer? No hablo de la dicha de la conquista, eso tiene una duración acotada. Claro que gracias a la alegría residual, la fantasía de perfección se extiende. ¿Cuánto? Y, eso dependerá del sujeto. El cruzar la meta, pararte en el podio con la copa en alto te gusta por el desafío, ¿O me equivoco?
- ¡Así es! Quiero el premio mayor, me regocijo en la idea de alcanzar el fin máximo. Tengo un objetivo claro y deseo cumplirlo. No es importante sólo para mi, no no...Somos miles, millones, los que corremos esta carrera de obstáculos. Pero mire usted que curioso,... que yo gane no significa que los demás pierdan. La felicidad de uno u otro no es excluyente. Podría decirle que en este sentido es distinto a la sortija...
¡Lo tengo! No es excluyente porque hay una sortija para cada uno, verdad?
- Bien muchacha, vas entendiendo. Ese objetivo que alberga celosamente la felicidad es irrepetible. Como el hombre de las mil caras, toma una forma diferente según quién la evoque.
De todos modos, hay un error fundamental en tu pensar. No te angusties, es de lo más común. La realidad, es que esa satisfacción es temporal. Si no sacas la sortija hoy, aquí, lo harás otro día en otra plaza. Yo sé lo que piensas, que no es fácil volver a subir a la calesita luego de los intentos fallidos, pero eso definirá tu fibra intrínseca. Que te vuelvas a subir al caballo. Mientras tanto diviértete con el paseo, exprime cada vuelta y escucha tu risa, es la canción...