miércoles, 4 de febrero de 2009

el mundo no es un pañuelo, es MI pañuelo


Tres horas y media de manejo y dos borradores después, puse en sus manos la carta que se convertiría en mi ticket de ida y vuelta a cuatro días de indiscutido y absoluto bienestar.
Asumí como hubiese hecho cualquier ser normal, que era un trato cerrado.


Error.


Pobre tonta ilusa. Ay Jazmín, vos que vivís enamorada del amor, flotando de una ilusión a otra, ¿Cuántos golpes hay que darte para que aprendas?

Y es raro, porque la cuota de cinismo la tenes. Pero cuando se vislumbra la posibilidad de algo real dejas de lado tu chaleco sardónico y te entregas.

Por culpa tuya, alegado “romeo” (ja!no mereces ni una R), ahora veo esto como una falla de carácter, una debilidad. Está mal. Es lo más embriagador que le puede pasar a una persona.

Me convertí en el héroe de la película romántica y triunfante que enamora a todas las espectadoras esperanzadas. Crucé una frontera marítima entre dos países y recorrí 400 kilómetros de ruta para demostrar mi compromiso y aun así no fue suficiente.
Decime, vos que aparentas entender tanto, ¿Haría una jugada del estilo alguien que no fuese sincero?


A medida que escribo la angustia y la tristeza mutan en mí junto con el nudo en la garganta y todos se convierten en ofensa, ira, bronca y semejantes, que cual efecto bola de nieve logran que te deteste. Aunque no me dura, por más de que trate con todas mis ganas no consigo enojarme con vos durante el tiempo suficiente como para mitigar los opuestos.



Del amor al odio no hay un solo paso, hay una línea. Y aparentemente esa línea es una bufanda. Un pañuelo de colores con demasiado perfume y una historia.