
Dolores sonrió. 2 Meses hacía ya que sus músculos habían olvidado la contracción que dibujan los labios al sonreír. No era felicidad sin embargo. Mustia, como algo que se desintegra. Algo...
Medio percudido el recuerdo de un amor desnutrido crispó los pelos desnudos de la nuca. El escalofrío que trepa por la columna, paralizando las vértebras hasta la inutilidad.
Camina sola por Malabia, se cura con el aire Palerminiano que le resulta terapéutico.
Frenó, aceptó la amargura como un accesorio más, tragó con dificultad y escrutando los alrededores para asegurarse de evitar testigos incriminadores, esbozó esa primera sonrisa desfalleciente con un poco de dolor. El tipo de dolor por falta de costumbre, por olvido.
Es de esas personas que le hacen a uno mirar hacia el otro lado Dolores, aunque no se comprenda del todo por qué. Su propia disconformidad induce una confianza soberbia que incomoda a quienes no entiende.
De todos modos, ese sábado Dolores entendió. Que el amor no siempre es de a dos, y que de vez en cuando encuentra la forma de quebrar ilusiones. Sonrió como quien comprende, y encuentra eso que se halla solo cuando no se busca. Dejó que el malestar invada cada fibra de su ser, que conviva. Le hizo un lugarcito en su cuerpo a la amargura, al gustito de la urgencia que no responde.
Y Dolores sonrió mientras la lágrima de julio se congelaba junto con su corazón marchito.
Medio percudido el recuerdo de un amor desnutrido crispó los pelos desnudos de la nuca. El escalofrío que trepa por la columna, paralizando las vértebras hasta la inutilidad.
Camina sola por Malabia, se cura con el aire Palerminiano que le resulta terapéutico.
Frenó, aceptó la amargura como un accesorio más, tragó con dificultad y escrutando los alrededores para asegurarse de evitar testigos incriminadores, esbozó esa primera sonrisa desfalleciente con un poco de dolor. El tipo de dolor por falta de costumbre, por olvido.
Es de esas personas que le hacen a uno mirar hacia el otro lado Dolores, aunque no se comprenda del todo por qué. Su propia disconformidad induce una confianza soberbia que incomoda a quienes no entiende.
De todos modos, ese sábado Dolores entendió. Que el amor no siempre es de a dos, y que de vez en cuando encuentra la forma de quebrar ilusiones. Sonrió como quien comprende, y encuentra eso que se halla solo cuando no se busca. Dejó que el malestar invada cada fibra de su ser, que conviva. Le hizo un lugarcito en su cuerpo a la amargura, al gustito de la urgencia que no responde.
Y Dolores sonrió mientras la lágrima de julio se congelaba junto con su corazón marchito.
7 comentarios:
Llorar en invierno a veces resulta muy terapéutico.
Qué bueno pasar por aquí.
me gustó, muy bueno, nada más
penelope acabo de descubrir q su direccion es desde melmac.
eso me alegró la mañana.
q suerte q sobrevivió a la corrosiva explosión.
señorita, si le gusta el tango, asuma la melancolía.
un saludo.
Me dio frío!
Y bueno a veces uno tiene que tragarse una ración de amargura (cada tanto).
Penelope lo dijo:
1+1=sonreír
Guido: ¿Por qué es que es tan distinto el llanto de invierno del de verano? A ver si me ilumina. Debe haber alguna conección con los colores se me ocurre. A mi el frío me gusta mucho, pero tendemos a relacionarlo con lo triste, lo gris.
Alvarez y Cocovich gracias por paasarse por aqui.
Goma me alegra haberle alegrado el día, saluds
Y Olivia! La amargura es una cagada. Punto
Entrar y ver que esta gente escribe me pone contenta
Como estas me encanto soy marcelo de ushuaia te paso el mail dmgarryn@hotmail.com chauuu
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